Se nos ha instruido que la fe es "la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve" (Hebreos 11:1), y a través de este pasaje bíblico entendemos que la fe es la confianza en recibir todo lo que se le pide a Dios. Sin embargo, nuestra fe se cuestiona cuando pedimos y no recibimos. Nos preguntamos si nuestra fe será insuficiente, si Dios nos está escuchando o si estamos orando con verdadera fe.
Para responder a estas preguntas, deberíamos considerar una adicional:
¿Qué es la fe?
La fe, más que la certeza en algo o alguien es uno de los pilares de la vida cristiana. En su contexto original, la fe se refiere a la obediencia y fidelidad, que va más allá de un sentimiento o pensamiento, es el compromiso con Dios de caminar por sus caminos y bajo su voluntad, confiando y comprendiendo que su voluntad es buena, agradable y perfecta. Es la seguridad de que, incluso en momentos difíciles o dolorosos, la bondad de Dios prevalecerá en nuestras vidas. El salmista expresó en el Salmo 27:13: "Hubiera desfallecido, si no creyese que veré la bondad de Jehová en la tierra de los vivientes". La palabra "creyese" indica que tenía la fe para continuar adelante, confiando en presenciar la bondad de Dios en su vida.
Debemos comprender que la fe a menudo parece irracional para muchos, pero es en esos momentos, cuando la razón es desafiada, que Dios se glorifica. Al buscar pasajes donde la fe se manifestó de manera irracional, podríamos referirnos al resto del capítulo de Hebreos 11, que ilustra cómo figuras como Abel, Enoc y Noé demostraron fe en circunstancias extraordinarias, y cómo sin fe es imposible agradar a Dios, ya que es esencial que quien se acerca a Él crea en su existencia y en que es recompensador de quienes le buscan.